domingo, 20 de mayo de 2012

Recuerdos no vividos

     Cada tanto una anécdota vivida en él, vuelve a mi de la manera más inesperada. El pueblito, no sólo significó mi primer libro. Es mucho más que eso. Es el lugar que me traslada a la infancia. El lugar de los sueños. Esa época de nuestra vida que dio origen a todo. Somos, en muchos sentidos, el reflejo de lo que vivimos, y esa etapa de nuestra vida nos define.
     Pero, ¿nunca les ocurrió que hay recuerdos que creemos conservar y que en realidad no los vivimos? Son esas historias que de tanto oírlas contar a nuestro alrededor, estamos seguros de haber participado en ellas.
     El relato que hoy quiero hacerles llegar, con seguridad no lo viví, pues todavía, yo, no estaba ni en los planes de mis padres. Sólo que mi madre, custodia de la memoria familiar y mi mentora al respecto, me lo contó y luego lo recreé  con algunos de los presentes en el mismo.
     La casa de mis abuelos paternos tenía, en una época, conocida por mí a través de las fotos, un jardín. El día de los acontecimientos que les narraré, se encontraban en él: mi abuela asturiana, Carmen; su hija, mi querida tía Elida, mi madre y Lola, una andaluza vecina, con todo el gracejo y el cantito que los andaluces tienen en su hablar.
     Esta señora vivía en una casa pegante a la de mis abuelos. Con una gran azotea pero, sin bordes en los costados.
     Las tres mujeres mencionadas se hallaban entretenidas en su charla, cuando de pronto, Lolita, hija de la andaluza, se asomó al borde de la azotea. Tenía la nena, apenas unos seis años. Con un instinto particular, que sólo las madres tienen, Lola miró en ese momento hacia arriba y la vió. Desesperada la andaluza grita:
     -Ay, ¿y si te cais y te mata que hará contigo tu padre?
     -Y si se cae y se mata ¿qué puede haced? enterradle -dijo mi madre siguiendo la entonación de Lola.
     Por suerte Lola, salió corriendo hacia su casa, así no pudo escuchar las inevitables risas de mi abuela y mi tía por esa picardía innata en mi madre, que como los magos, sacaba lo inesperado de su galera.
             

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