lunes, 25 de octubre de 2010

La emoción

 Según el diccionario le caben dos acepciones: "alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa" e  "interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo". Debo reconocer que las dos acepciones se adecuan perfectamente a lo que me ocurre en estos días. Quitando el "penoso" de la primera, la emoción ha hecho eclosión  el día en que al abrir una de las cajas que me llegaron de la editora, descubrí mi libro. Ese primer libro publicado, El Pueblito, se había cristalizado.
Esos relatos que fueron apareciendo casi sin darme cuenta, hasta imponiéndose, me permitieron contar la historia de ese barrio de inmigrantes, que en Sarandí, partido de Avellaneda, cobijó tantas anécdotas, sonrisas y nostalgias. Ese "pueblito" que necesité evocar para poder  encontrar mi identidad y desde allí seguir el camino.
El libro está ahí y lo miro de soslayo, casi sin atreverme a creer que es mío, pero lo es. Lo fui acuñando de a poco, a medida que la memoria me otorgaba el permiso de reencontrarla.
Pero en una paradoja, casi inexplicable como lo son todas, me doy cuenta, que a la vez, ya no me pertenece: es de ustedes, aquellos que tengan el deseo de recorrer sus páginas y puedan esbozar una sonrisa, porque se reconocen en alguna de esas historias, en detalles de una época, que aunque no tan lejana desde el punto de vista histórico, tiene el sabor de lo que fue.

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