sábado, 24 de septiembre de 2011

Grite Tandil (tercera y última parte del relato)

Con los expedientes abrazados a mí y concluido un día tan azaroso, mi amiga y yo llevamos nuestros cuerpos a descansar al hotel.
Mañana sí, por fin, se aproximaba lo que nos habían adelantado en el Ministerio, era el lugar donde, los ahora dos expedientes, debían llegar a la parte de Legalización. El visto bueno de ellos y ¡a cobrar! Claro que lo que no suponía en ese momento, era que tardarían cinco meses en enviarlo a Tandil. Pero ese es un detallito aparte.
Llegada la mañana, partimos. Felices cual dos colegialas, a la hora de salida, por supuesto, ingresamos al magno establecimiento. Para ahorrar tiempo nos separamos, pues en mesa de entradas nos habían agregado una nueva oficina para visitar, y lo mejor era prevenir colas.
Ingresé a una oficina de largo mostrador y nulo personal. A mi alrededor tres personas esperaban. No había cola. Por supuesto ninguno de los presentes se miraba entre sí, el techo, las paredes, los papeles que llevaban, todos eran buenos sitios para posar la mirada, tal cual como si viajáramos en un ascensor, ¿notó que nadie mira a nadie?, cuanto mucho a través del espejo. Eso sí, al entrar todos giraron sus cabezas hacia mí, para luego volver a lo suyo.
Total silencio entre los cuatro. De una puerta que comunicaba con una oficina interna, se oía el rumor de voces y movimiento. Cuando pasaron cinco minutos y estaba a punto de preguntar al señor de mi derecha si estaban atendiendo, éste me miró y dijo con absoluta calma:·"¿De dónde viene?". Lo miré con mayor fijación y estuve casi al borde de contestarle:"¿y a usted que le interesa?" Por suerte mis palabras fueron más educadas que mis pensamientos:"De Tandil, ¿por qué?". Continuando con su serenidad, expresó, "grite Tandil".
¿Qué hubiese pensado usted, lector? Sí, como usted me quedé atónita mirándolo, mientras el buen hombre repetía:"Grite Tandil, si quiere que la atiendan. Cuando la escucha la persona que se ocupa de ese lugar, sale y la atiende". No, no, no, no... ¿de qué me hablaba este buen señor? Él, junto a las otras personas dejaron de mirarme con la satisfacción de la ayuda brindada.
Respiré hondo y grité: "Tandil". "No, si va a gritar tan bajo, no la van a escuchar, ¿quiere que grite yo?, dijo mi informante, viendo que mi estado de perplejidad iba en aumento. Asentí con la cabeza. "¡Tandiiil!", dijo con un volumen de voz que alteraría cualquier oído. Sólo atiné a decirle: "Gracias".
Y fue verdad. Con caminar apacible una empleada salió: "¿Quién es de Tandil?", "Yo", dije con desconcierto. Consulté lo que debía y salí del lugar. Ya estaba vacío.
¿Cuántos años les parece que han transcurrido desde estos hechos?, ¿fue a mediados del siglo pasado? ¡No, en 2002! Cuando el mundo ya había ingresado en la informática. ¡Viva la comunicación!

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