sábado, 3 de septiembre de 2011

Trabajar el expediente

Pareciera que voy a contarles una historia fantástica, pero doy fe de que se encuadra en la más absoluta realidad, aunque por momentos aparezcan personajes salidos del humor de Antonio Gasalla. Durante un año de mi carrera como profesora no percibí mis haberes, no me pagaron, porque total, ganamos tanto. Parece ser que los docentes somos esas personas que ganamos mucho, trabajamos solo cuatro horas diarias y ¡tenemos tres meses de vacaciones! ¿Quién les habrá hecho creer eso a muchos de los argentinos? En fin, por un error administrativo se había creado un expediente que, por supuesto, nadie sabía dónde estaba. Y allí comienza una a reclamar, mientras del otro lado del escritorio o mostrador se encuentra una empleada del Consejo Escolar o de las tantas dependencias del Ministerio de Educación de la provincia, quien solicita: la hoja tanto, que se ajusta al artículo Nº... y que determina el Reglamento Nº pspsps Bis. Porque sin no tiene eso, no puede iniciar el reclamo. Y una comienza a achicarse del otro lado, hasta reprochándose a sí misma, cómo no sabe de qué le están hablando. Si yo estudié Letras, ¿qué se yo del...? Pero igual nos achicamos, ¿y si ésta no me atiende o me vuelve todo para atrás? Y seguimos achicándonos, hasta casi desaparecer, para no molestarla... Con mi año sin cobrar decidí partir hacia La Plata, en compañía de una amiga y colega. Así comenzamos nuestro peregrinar de una oficina a otra. No en el mismo edificio, no, no se la van a hacer fácil. Uno recorre la ciudad en un tour que ni imaginó estaría en su itinerario. Subíamos y bajábamos taxis, junto a mi amiga. Porque en cada lugar nos enviaban a volver unas horas después o al otro día. Eso sí nos aclaraban: "lo aceleramos porque son del interior, porque el expediente tiene que trabajarse". Y lograbamos esta "excepción" porque con caras de vacas comiendo en el pastizal, hacíamos oídos sordos a sus gritos de: "muévanse, por favor, tiene que volver la seman que viene", y nosotras, firmes en el lugar. Cuando regresábamos, veíamos que sí: habían trabajo el expediente. Tenía un sello y una firma nuevos. En las dos próximas entregas terminaré la historia. Ellas son: "Escaleras no, subimos a la mesa" (Sabrán cómo encontramos el expediente) y "¡Grite Tandil"

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