miércoles, 2 de abril de 2014

Lo que nunca debió suceder

     El 24 de marzo de 1976 hacía apenas unos días que había comenzado mi quinto año del bachillerato. Esa noche se suspendieron las clases. Estudiaba en un instituto nocturno. Lo que no sabía entonces era que se había suspendido mi país.
     Suelo decir que pertenezco a la generación que de allí en más vivió en el miedo. Miedo al no saber qué pasaba. Miedo a caminar por la calle. Miedo, sólo miedo.
      Luego fue el horror, la bronca. Tardé en comprender que la bronca sólo nos paraliza. Hasta que un día desperté. Sólo que cuando lo hice el espanto traía otra arista: la guerra.
      Hoy, llevó más de una semana de un dolor muy fuerte en el pecho. La guerra de Malvinas es el punto culminante.
      Nunca podré desprenderme del sabor amargo que desde el pecho llega a mi boca. Aunque ese sabor amargo  no pueda llevarlo a las palabras, está allí. Me atiza el alma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario